KANDLA, India-Mientras pilas de ropa desechada en Estados Unidos se mueven a través de una cinta transportadora, filas de mujeres que visten sari separan frenéticamente las prendas por tipo: camisetas en un barril y jeans de mujeres en otro. Agarran pantalones de gimnasia, ropa interior, suéteres, abrigos y hasta tapados de piel.

“No entiendo por qué la gente desecha todas estas prendas”, dice una de las mujeres, mientras toma un descanso sentada en el piso de un depósito. “Tal vez no tengan tiempo para lavarlas”.

 

Para algunos, es un círculo virtuoso que reduce la basura al tiempo que provee empleos y una fuente de ropa de bajo costo para los pobres. Incluso minoristas como Hennes & Mauritz AB y otros se han involucrado, recolectando indumentaria para reciclar. Desde que comenzó a recibir ropa usada en sus tiendas en 2013, H&M ha reciclado más de 20.000 toneladas.

“EE.UU. no necesita todo esto llenando su vertedero cuando hay un mejor uso para él”, dice Jaideep Sajdeh, director gerente de Texool, una empresa de procesamiento de indumentaria de Kandla.

No obstante, algunos fabricantes de mercados emergentes dicen que el aparentemente infinito suministro de ropa usada ahoga el crecimiento de las industrias textiles locales. India permite el procesamiento y reexportación de prendas de segunda mano, pero prohíbe su venta dentro el país, al igual que muchos países preocupados por el impacto del comercio de la ropa usada.

Tales prohibiciones, combinadas con una desaceleración económica en partes de África, han reducido la demanda. De todos modos, las prendas siguen llegando. La mayor parte de los artículos proviene de los donativos que se depositan en contenedores en países de Occidente y luego son vendidos a intermediarios por parte de organizaciones de caridad.

Miles de personas trabajan en la zona económica especial de Kandla desenredando fardos de más de 360 kilos que incluyen desde sábanas y medias hasta gorras de béisbol. Este es el comienzo de una operación de procesamiento que busca exprimir hasta el último centavo del flujo de textiles.

“Estamos conservando todas y cada una de las piezas de ropa”, cuenta Guvinder Toor, director gerente de U.S. Clothing (India) Pvt. Ltd. “Nada se desperdicia”.

Primero, los emprendedores pagan a las empresas de procesamiento por el derecho a hurgar en las pilas en busca de monedas, relojes y otros objetos valiosos. Alguien encontró una vez una pistola, cuentan los trabajadores.

Los clasificadores, que ganan alrededor de US$5 al día -un sueldo por encima del promedio en India- separan los artículos en 200 categorías diferentes para su reventa. Algunas empresas tienen equipos que buscan prendas de alta costura entre la ropa, con la ayuda de afiches para reconocer etiquetas de Giorgio Armani, Hermès y Prada.

Ajay Tiwari, un capacitador de Om Siddh Vinayak Impex -otra de las instalaciones de clasificación más grandes de Kandla- enseña a los trabajadores a identificar artículos vintage valiosos, como jeans Levi’s de los años 50 y marcas de lujo de moda como Miu Miu y Alexander McQueen.

Tiwari señala que toda la ropa desechada que ve refleja la veleidad, y la riqueza, de los consumidores occidentales. “Lo usan una o dos veces y se aburren”, asevera. “Se vuelcan a nuevas tendencias de moda cada día”.

Otros empleados plantean una teoría más rebuscada: que la escasez de agua en Occidente hace que sea más barato comprar ropa nueva que lavarla y reusarla. Algunos conjeturan que las prendas pertenecían a personas que murieron.

El proceso de clasificación conlleva varios pasos. Equipos de empleados separan artículos manchados, rotos o -como suele suceder con los cargamentos que llegan de EE.UU.- demasiado grandes para revender. Los trabajadores utilizan muescas cavadas en las mesas para medir rápidamente las tallas de cintura. Los pantalones de hombre con una cintura de más de 100 centímetros son vendidos como retal. Para los pantalones de mujer, el límite es de 80 centímetros.

“Las tallas estadounidenses son tan grandes que nadie más puede usarlos”, dice Bhavesh Mishra, gerente de U.S. Clothing. “Noventa por ciento de lo que exportamos es para África, y ellos no piden esas tallas”.

Sólo cerca de 30% de las prendas que llegan son aptas para la reventa, dicen los ejecutivos del sector. El resto es cortado. Los botones, los cierres y los broches son rescatados. Luego, la tela es convertida en jirones para fábricas y garajes por mujeres que colocan pilas de ropa en sierras circulares en posición vertical.

Las piezas que no pueden siquiera ser usadas como trapos se tiran en máquinas gigantescas que las trituran para hacer fibras, las cuales son tratadas y convertidas en hilos. El hilo es usado para hacer aislamiento y frazadas baratas para, en muchas ocasiones, organizaciones de beneficencia que ayudan a gente desplazada por desastres naturales y guerras. Los textiles ásperos hechos de estas fibras son de baja calidad.

Este sistema global de reciclaje empieza a mostrar señales de problemas para mantenerse al día con la incesante marcha de producción nueva. Los menores precios del petróleo y el enfriamiento de la demanda en China han llevado a que las sábanas hechas de acrílico nuevo sean más baratas que las que contienen materiales reciclados.

El costo de la ropa usada ha caído entre 30% y 50% en el último año, dice Sajdeh, de Texool. Los inventarios se acumulan desde Kandla a Canadá, y algunos recicladores han quebrado en el Reino Unido y otros países, dice Alan Wheeler, director de la Asociación de Reciclaje de Textiles del Reino Unido.

“Hay una necesidad obvia de nuevos mercados para el crecimiento del reciclaje”, observa.

Algunas empresas de moda rápida se están volviendo más proactivas al tratar de controlar la creciente montaña de prendas usadas. La multinacional sueca H&M ofrece a los clientes descuentos en nuevos productos si devuelven ropa usada. Algunas prendas son recicladas por la empresa para producir nuevos artículos, pero la mayoría se vende en el mercado internacional.

“A largo plazo, queremos encontrar una solución para reusar y reciclar toda la fibra textil que utilizamos ahora”, dice Cecilia Brannsten, experta en sostenibilidad de H&M.

Fuente: La Nación

http://www.lanacion.com.ar/1914242-la-ropa-usada-no-muere-y-encuentra-nuevo-valor